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la mirada interior

evoca la memoria ancestral, histórica y política... sus rastros sobre la piel...

20 de septiembre de 2008

tejido Tinquipaya


Publicado por tuta larama en 14:49 No hay comentarios:

tapiz masculino Jalq´a


Publicado por tuta larama en 14:44 No hay comentarios:

tejido Jalq´a


Publicado por tuta larama en 14:29 No hay comentarios:

tejido Jalq´a


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tapiz masculino Tarabuco Xajra


Publicado por tuta larama en 13:42 No hay comentarios:

afiche de la pelicula boliviana "El coraje del publo" de Jorge Sanjinés 1971


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tejido Calcha



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(*)Manifestaciones estéticas

GRAN EXPOSICIÓN DE LA MIRADA INTERIOR!!!!

Lugar:
Sociedad de Fomento al Arte SOFA, Sta. Isabel n° 0151, metro Sta.Isabel

Fecha y hora:

Viernes 25 de noviembre de 18:00 a 24:00
Sábado 26 de noviembre de 12:00 a 24:00

Con la estupenda participación de la banda de música "ENJUNDIA" desde las 23:00 el día sábado 25 de noviembre


En esta ocasión mi trabajo va dedicado a los pueblos indígenas bilipendiados por el estado chileno, y tambièn hacen referencia a la convulsa coyuntura social.

La pintura es 100% manual y los diseños son exclusivos.

Habrá vino y sopaipa de honor...
No te quedes sin tu prenda!!!

Se agradece la difusión
Un gran abrazo
Malena




“ Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas.” Octavio Paz






La discriminación y segregación de la expresividad de los pueblos del Abya Yala son hechos que velan la producción “artística” del continente. Pero cuales son las raíces de nuestro arte y qué la diferencia de la “genialidad” del primer mundo?

Tendríamos que empezar por hablar de las técnicas propias que se desarrollaron en el continente, antes de la llegada europea con sus conceptos del arte. Ahí tenemos las obras prehispánicas: monumentos arquitectónicos de las culturas Náhuatl, Maya e Inca, así como el tejido incaico, las máscaras mixtecas, los frescos de Bonampak en Chiapas y los códices históricos nahuas. La orfebrería y música en lo que hoy es Colombia, las molas tejidas por los Cuná de Panamá, las cerámicas de los Chorotegas centroamericanos, la cestería y los plumarios de las culturas amazónicas, las placas de bronce y cobre de la cultura Aguada al noreste de argentina. Los tejidos y la música de los andes e innumerable iconografía en objetos, vestidos, pinturas rituales y tatuajes.

Hablar en la actualidad de la identidad de nuestro arte, lleva consigo una serie de dificultades. Por un lado las innumerables piezas desaparecidas durante el saqueo colonial y la ausencia de documentación. Por otro, los “conceptos” accidentalizados que tienen como principio: la exclusión, usados por los historiadores de arte, han llevado a subestimar la capacidad creativa de nuestros pueblos.
La colonia al estratificar la sociedad, creó también los esquemas dentro de los cuales podría calificarse a un creador o creadora: artista, y a su trabajo: obra de arte. Claro está que los y las artistas solo podrían provenir de las clases “cultas”, directos descendientes de los colonizadores y posteriormente de la casta dominante de la república; lo que nos da a entender, que los gustos estéticos de las minorías de clase alta, fueron siempre una burda imitación del arte europeo y su hábitat, sus palacios, sus hèroes, sus templos y santos, convirtiendo al arte en un objeto fetichizado al ritmo de la civilización, pues lo autóctono supone incivilización. De ahí que en la actualidad, los encargados del ámbito artístico designados por los gobiernos en nuestro país, tengan metido hasta el tuétano el espíritu del sometido, y perpetúen como nuestra cultura, callecitas y casas coloniales -por donde innumerables veces corrió sangre india- y el arte sacro, sobredimensionando la figura del arcángel que otrora voló cabezas de esclavos, idólatras y herejes, con su arcabuz.
Esta manera discriminatoria como se organiza y reorganiza la sociedad, coloca al artista en el plano inalcanzable del “genio”, y sitúa su arte de manera equivalente, a lo que antes era para dios y sus palacios, en el capitalismo es a las selectivas galerías de exposición y mansiones de la élite culta, pero muy “por encima” de las masas del pueblo. Así también en ese mundo oficial del arte, la “academia” cumple el omnipotente papel de “padre” de las artes, la creación no académica es subvalorada. Se crea entonces un círculo de aval para la compra y venta de arte, donde el único valor de las obras son los dólares. Este círculo crea los museos, las bienales, las revistas, los premios internacionales, etc.

Si ese es el “mundo” oficial, entonces la mayoría popular de la gente sería el “submundo”, que de ninguna manera estuvo exento de la creación, innata al ser humano, al ser humana. Pero para hablar de su producción, para hacer una lectura de la producción creativa de los pueblos en América latina, abría que cambiar esos parámetros de catalogación elitista y considerar sobre todo, que las prácticas y significados del quehacer creativo están íntimamente relacionados con el tipo de sociedades en las que se manifiestan. Esto supone reconocer que las rices Arawak, Caribes, Cuna, Yanomami, Sioux, Navajo, Maya, Azteca, Mochica, Mapuche, Nazca, Guaraní, Yuracaré, Quechua, Aymara, Africana, (por dar solo un pequeño ejemplo), que con las migraciones a las ciudades, pasaron a ser parte del complejo universo popular en cada región después de la colonia, fueron y son sin duda influyentes en la subjetividad de los creadores y creadoras individuales. Pero lo que trasciende más, es que colectivamente, la expresividad de los pueblos es la que le otorga identidad a la imaginación y el ejemplo más claro es la fiesta, que aparte de la energía vital que emerge de ella, son un despliegue deslumbrante de estética que ellos crean, sus tejidos, su música, sus cantos sus danzas, las pinturas rituales, sus máscaras, sus representaciones míticas (teatro), en fin son “artistas” que no necesitan preguntarse que van a crear hoy, todo es parte de la magia que florece de los filamentos de su mirada, todo es parte de su cosmovisión: existir poéticamente.
Entonces surge el conocido dilema que si lo que producen los pueblos es arte o artesanía, usando este último de manera despectiva. Pues a diferencia del arte oficial, la “artesanía” -si vale el término- o el arte popular, transcurre en una dimensión no formal del conocimiento, la creación es colectiva, en todo caso es anónima, y se transmite oral y manualmente. El artesano no quiere vencer al tiempo, sino unirse en su fluir,…sus expectativas no están en la inmortalidad, contrario al gran arte que insiste con sus restauraciones, su ficticia eternidad, intentando preservarse en la historia del arte” (Octavio Paz). Implícito en ese fluir subyace un principio libertario, que colectiviza el saber y la sensibilidad, logrando así como había mencionado antes, una continúa renovación de la identidad cultural.

La “patria”, que aglutina los pueblos en masa bajo su dominio, hurta de manera hábil el concepto de identidad, le agrega “nacional”, para fines económicos con el turismo. No reconoce a los pueblos originarios su soberanía ni su territorio, pero contrariamente los reconoce en spots publicitarios poniéndolos a la orden del día del turismo.
No cabe duda que en este tiempo globalizado el bombardeo de influencias ajenas a nuestro entorno, encuentre con más facilidad servidores y servidoras al haber roto generación tras generación con sus raíces. Pero es ineludible también, que en el ámbito amable de la creación, los y las creadoras de Pachamerica llevan la magia de nuestras tierras en su lenguaje expresivo.

(*)"Manifiesto, La Rebelión de las Wak'a", 2005